En Defensa de la Economía Cooperativa. El caso Colún

Estamos lejos de aquellos tiempos en los cuales la actividad empresarial era considerada inmoral. Aristóteles distinguía dos tipos de economía, la oikonomikós por una parte, y la khrematistiké por la otra, siendo la primera legítima en razón de la administración de los bienes domésticos, mientras que la segunda, al ser un comercio con fines de lucro, carecía de toda virtud intrínseca. Hoy, la literatura especializada de ética aplicada de la empresa y la economía está llena de consideraciones en torno a la virtud, planteando, entre otras, cosas, que la actividad empresarial puede ser - y en no pocos casos, es - una actividad virtuosa.

Estas alusiones históricas quieren poner de relieve que, en principio, no está mal lucrar, y que su rechazo puede ser entendido en clave histórica. Esto lo estableceré como premisa de lo que sigue. Sin embargo, esto no significa - y en verdad, nunca ha significado - que el lucro sea, ni por si acaso, el fin último del quehacer empresarial, ni tampoco, que todo lucro, en cuanto lucro, sea legítimo. Dicho lucro estará limitado por consideraciones de tipo ético, político y económico.

En lo que sigue quisiera explorar cómo estas consideraciones pueden ser aplicadas al caso de la acusación que enfrenta Colún por competencia desleal. Voy a argumentar que no hay razones éticas y económicas de peso para esta acusación. También voy a argumentar - todo esto, espero, brevemente - a favor de un modelo de cooperativas como el de Colún y finalizaré con algunas reflexiones sobre economía política.

La empresa Watt’s ha fundado su acusación de “competencia desleal” en el tratamiento tributario que rige para Colún, que, según Watt’s, distorsiona el mercado, otorgándole una “ventaja brutal” en relación a la competencia. En efecto, Colún, en cuanto cooperativa, al estar compuesta por una serie de pequeños empresarios (cooperados) no está afecta a iva, además de poseer otros beneficios tributarios.

En primer lugar, se puede contestar la acusación reflexionando sobre el sentido de la imposición tributaria. Se entiende que las empresas pagan impuestos al estado para que éste cumpla un rol redistributivo respecto de la recaudación. Colún está compuesto por 730 cooperados. Se entiende, entonces, que las utilidades de dicha empresa se reparten entre sus propietarios. Luego, hay redistribución. Luego, no es necesaria la imposición tributaria ya que su fin se cumple en la misma actividad económica que realiza la empresa. Por supuesto, es una redistribución local y no nacional. Pero el hecho relevante es que la economía local se dinamiza y el estado puede enfocar su acción en otras localidades más desprovistas. Por lo anterior, si acaso existe competencia desleal de parte de Colún, este hecho debe argumentarse por otra vía, no por el tratamiento tributario que recibe.

En segundo lugar, en la medida en que Colún crea valor para su empresa, se crea valor, por transitividad, para todas las empresas que la componen y para sus economías. Se crea, además, valor para toda la localidad en la que dicha empresa se encuentra.

En tercer lugar, puesto que las pymes constituyen la principal fuente de trabajo de los chilenos, Colún, al estar constituido por pequeñas y medianas empresas, contribuye con una importante fuente de trabajos para la provincia del Ranco, que es donde se encuentra emplazada. El éxito de la empresa poseerá implicancias sociales importantes para el bienestar de sus habitantes.

En cuarto lugar, algunas consideraciones éticas. Si bien es cierto, como mencioné al inicio, que el lucro no supone una actividad, per se, inmoral, no es, en si misma, tampoco moral, virtuosa o correcta. La moralidad del lucro dependerá, en gran medida, de la finalidad de la empresa. En éticas aplicadas se considera que las actividades humanas, ya sea profesiones, actividades empresariales, etc. se definen a partir de su finalidad y de los bienes internos que la actividad en cuestión busca satisfacer. Así, por ejemplo, si la salud es la finalidad de la medicina, un buen médico será aquél que realice de mejor modo la finalidad de su profesión a partir de la satisfacción de las diversas necesidades de sus pacientes, siendo estas últimas las constitutivas de los bienes internos. Del mismo modo, la empresa será una mejor empresa en la medida en que cumpla de mejor modo la finalidad por la cual se fundó y por la cual existe. A diferencia de las profesiones, sin embargo, las empresas son diversas y puede haber tantas finalidades cuantos rubros hay. Así, habrá una finalidad del rubro alimenticio, del rubro inmobiliario, etc. Dicho esto, parece ser que Colún cumple de buena manera su finalidad a proveer de productos lácteos para la alimentación, produciendo gran calidad en ellos, estando ésta (y esta es una opinión como consumidor) por encima de la media de la competencia. La actividad de la empresa posee, es cierto, fines de lucro, pero no sólo fines de lucro, sino que dicho lucro está acompañado por un adecuado cumplimiento de la finalidad  específica de la empresa y de los bienes internos que constituyen su actividad. Se entiende que, en términos éticos, una empresa que cumple su finalidad, que crea valor para la sociedad, contribuyendo al bienestar de las personas mediante la creación de empleos y riqueza, es una empresa cuyo lucro es positivo, moralmente hablando. Y esa empresa, una empresa virtuosa.

En quinto lugar, algunas consideraciones sobre el valor del modelo cooperativo. Desde los albores de la Doctrina Social de la Iglesia, los pontífices han argumentado que, con ocasión de la cuestión social, debe haber un progresivo enriquecimiento de los trabajadores. Así, León XIII argumentaba, en contra, tanto del paradigma liberal dominante a fines del s. XIX como en de las ideas colectivistas que comenzaban a entrar en boga, que el obrero debe ser, a partir de su trabajo y de su ahorro, propietario (cf. Rerum Novarum, 64). Esta idea general se puede manifestar en el modo en que las empresas se estructuran. Una empresa que posee muchos propietarios, si presenta una administración eficiente, constituye un mejor estado de cosas que una empresa que, en circunstancias similares de eficiencia, sólo es poseída por una persona.

La doctrina de la Iglesia también valora dos aspectos centrales de las cooperativas: la posibilidad de que las utilidades de las mismas sean poseídas por varias personas y la dimensión relacional que adquiere la actividad económica. Por lo primero se cumple el principio del destino universal de los bienes: la creación de Dios está abierta a todas las personas, lo que repercute directamente en la concepción de la propiedad privada que tiene la Iglesia. En este sentido, siguiendo este principio, es mejor que una empresa sea poseída por muchos antes de que sea poseída sólo por una persona. Por lo segundo, se pone de relieve que las relaciones económicas son, fundamentalmente, relaciones humanas. Por todo ello, el papa Juan XIII recomendaba esta forma de organización empresarial (cf. Mater et Magistra, 85).

Finalmente, algunas observaciones de economía política y el rol de las cooperativas. Como dije al inicio, en razón de la misma finalidad de la imposición tributaria, es legítimo que empresas como Colún estén exentas de impuestos, dado que la redistribución que es la justificación de la tributación se cumple en la misma actividad económica de la empresa y en la comunidad en la que ésta produce y en la que aporta su valor como fuente de trabajo y desarrollo. Si pensamos en una economía nacional compuesta esencialmente por cooperativas, esto podría implicar menos recursos para el estado, en la medida en que dichas empresas contribuyen sustantivamente a sus localidades (como es el caso de Colún). En ese caso, el trabajo del estado (la redistribución) lo realizan los particulares. Esto tiene implicancias generales en el desarrollo de comunidades locales gracias a industrias estrechamente vinculadas con la identidad de las mismas. Y tiene implicancias nacionales en el tipo de imposición tributaria. Si son los particulares que, en razón de su actividad económica, realizan la redistribución, el estado adquiere menos relevancia en la actividad económica, y la carga impositiva general debería tender a disminuir. Por supuesto, esto debe estar vinculado a un programa político tendiente al empoderamiento de las localidades y de sus miembros para realizar actividades económicas vinculadas a sus zonas y para organizarse colaborativamente para formar cooperativas competitivas a nivel nacional (como es el caso de Colún). Por último, este modelo de organización empresarial tendría efectos directos en la descentralización. Si tenemos economías locales fuertes el poder económico se descentraliza. Si se descentraliza el poder económico, es más probable que el poder político también siga un curso similar. 

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